Thursday, August 23, 2007



HABITAR POÉTICAMENTE


Esta tarde, por primera vez en este año, he notado en mi piel esa brisa tenue pero ya fresca que anuncia la marcha del verano. Ando descalza por mi césped y veo unas cuantas manzanas caídas. De repente, por esos insondables caminos de la memoria, viene a mi cabeza el poema de Hölderlin donde él afirma:


"Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita el hombre en esta tierra"
En esta tierra, la nuestra, la de todos, se labran los campos, se siembra, se construye, se esfuerza el hombre día a día, levanta edificios y hace pan. Méritos humanos que sólo adquieren realidad poética cuando uno se mide con los dioses:
"¿Puede, cuando la vida es toda fatiga, un hombre
mirar hacia arriba y decir: así
quiero ser yo también? Sí, mientras la amabilidad dura
aún junto al corazón, la Pura, no se mide
con mala fortuna el hombre
con la divinidad."
El poema me reafirma en mi creencia de que en la gran poesía la humildad y el desafío son un todo indisoluble. Medirnos con lo divino y tener amabilidad junto al corazón. Amabilidad, palabra rebajada en nuestro tiempo a huera manifestación de modales sociales, y, sin embargo, tan grande: la sutil empatía que nos hace tratar bien a íntimos y desconocidos. Recuerdo, durante un viaje a Hungría, un momento especialmente dichoso en el que gocé de "la Pura": había entrado en una iglesia de Eger y, tras recorrerla un rato, me disponía a salir. La iglesia estaba totalmente vacía, pero en la puerta, un hombre algo mayor me indicaba con gestos que me quedara. Señalaba arriba y después se tocaba el pecho manifestando que lo de arriba era algo suyo. Instantes después bajó un muchacho robusto y despeinado de mirada intensa y con la sonrisa de alguien en estado de gracia. Su hijo. Nos saludamos y entendimos más allá de las palabras. El joven volvió a subir y yo regresé al interior. Me acomodé en uno de los bancos de madera. Tras un breve silencio comenzaron a sonar en el órgano los acordes del "Ave María" de Schubert mientras una voz cantaba llenando la vacía iglesia: el joven desconocido, con quien ni siquiera tenía un idioma en común, me estaba haciendo uno de los regalos más hermosos que he recibido nunca.
En este habitar la tierra, el dolor es compañero inseparable. Y uno de los más grandes misterios. Dolor que viene, tan amenudo, cuando nuestro sentido de lo justo pide a gritos lo contrario. Pienso en Oscar Wilde, que fue a la cárcel por enamorarse, en el honrado Gregorio Samsa, convertido en insecto de la noche a la mañana , en la sordera de Beethoven, en Victor Frankenstein, que buscando crear vida perfecta e inmortal, creó a un mostruo víctima y victimario a un tiempo. Mezclo personajes literarios con los llamados "reales" porque no encuentro diferencia sustancial. Y no salgo del ámbito del arte porque el dolor es demasiado omnipresente como para que aquí sea necesario dar ejemplos. Habitar poéticamente. ¿Con el dolor? Así lo hacemos. El dolor, más que nada, nos hace enfrentarnos a los dioses, medirnos con lo divino, implorarlo, negarlo, odiarlo, retarlo. Esperarlo, quizá.
"¿Es desconocido Dios?
¿Es manifiesto como el cielo? Esto
es lo que creo más bien. La medida del hombre es esto.
Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita
el hombre en esta tierra."
Pese a todo. Pese a lo sórdido y lo trivial. O incluso también por eso. Con la belleza y el dolor. Con la belleza y su dolor. Poéticamente habita el hombre en esta tierra.
Pronto llegará el otoño. Y le sucederán, año tras año, las siguientes estaciones. Ciclos tan conocidos para el hombre, pero con el secreto, siempre guardado, de lo inmemorialmente familiar. Hay un viento algo frío y anochece. Entro en casa.
Mañana...
(Traducción del alemán: Eustaquio Barjau.

Imagen: Julia Margaret Cameron)


















21 comments:

Ana di Zacco said...

No hace mucho que leía sobre el sentido de habitar (http://homepage.mac.com/eeskenazi/heideggerhabitar.html) pues, por lo poco que sé, al parecer a Heidegger le gustó esta idea de Hölderlin.
Y lo bueno es que no sólo habitamos esta minúscula tierra llena de maravillas, sino un universo ¿infinito? que no nos cabe en la mente, ni en la imaginación, ni en nuestra poesía.
Un abrazo con suspiro, Quantum.

quantum said...

Gracias, Ana.
Sí, Heidegger estudió a Hölderlin como poeta que poetizó la esencia misma de la poesía como lenguaje fundacional del ser y, claro, indagó hasta el frondo el "poéticamente habita el hombre..." que afirmó el poeta.

El universo ¿infinito? gran pregunta. Y, como dices, no nos cabe en la mente ni en nuestra poesía, pero el universo mismo es poesía.

Seguimos, un abrazo enorme.

leonardo asimov said...

La amabilidad que tu mencionas es lo que Don Juan Matus ,por pluma de Carlos Castaneda, denomina "gentileza". Dice el sabio indio latinoamericano que
"el conocimiento" sin gentileza, sin donaire, se convierte en arrogante destello sin poder.
Este dolor que nos duele tanto a algunos solo se mitiga en algo con esa gentileza, ese sentir bonito dentro de nosotros, que la poesía se encarga de alimentar y hacer crecer. Los buenos poetas son contados, pero la poesía es abundante: está por doquier, como las flores, esperando a ser descubierta y reivindicada. Descalza tú sobre la piel planetaria aspiras los efluvios de la belleza que impregna cada momento. Y tu sensible ojo encuentra sin vacilar los elementos que construyen dichas pasajeras, efímeras pero magníficas por esenciales. No cabe esperar la repetición monótona del tiempo para quien sabe que el cambio es la regla. Que el oleaje de los colores en el viento y las temperaturas en la piel son uno con nuestra sensibilidad. Amantes somos de las ilusiones ópticas y de los auto-engaños y ello es así porque somos criaturas con imaginación, razón y sutileza.
Bienvenida la belleza que fluye de tus manos encantadas y se esparce en el aire como tenues burbujas de deseables frutos.

Natalie Sève said...

Para mí, la amabilidad citada la percibo como elegancia, o más bien, como el verdadero sentido de la elegancia, que consiste en hacer consciente y respetar el campo energético del otro. Movernos por el mundo tomando dicha premisa, es para mi andar elegantemente, virtud de épocas antiguas, de la cual adolecemos tristemente, con cada día más.
Tus palabras están imbuídas de espíritu romántico, lo que me llena de alegría y gratitud.
Disfruta tu tiempo estival!!!
Abrazo
Natalie.

fgiucich said...

Somos seres, evidentemente, privilegiados, aquellos que habitamos esta tierra, con la mirada puesta en la poesía, que nos lleva a caminar por territorios desconocidos para otros. Si somos capaces, además de plantar un árbol, construir la casa y ver crecer la prole, contribuir a que el espírtu alce su vuelo majestuoso, creo yo, que hemos cumplidos uno de los ritos más importantes del ser humano: transmitir la belleza. Como verás, querida amiga, tu escrito ha cumplido la misión de hacernos reflexionar. Abrazos.

El Toro de Barro editorial said...

Al leer tu texto, y al saborear los hermosos comentarios que ha hecho elevarse desde el silencio particular y la soledad de quienes entramos en ti para salvarnos un poco, me he acordado del poeta árabe Mohamed Ali Taha, de quien no hace mucho edité algunos versos en el blog. Cuando lo conocí en Galilea, lucía con honor su único y majestusos diente mientrs leía sus versos bajo un abigarrado olivo de la ciudad de Meghar, frente a una vega que crecía a los pies de los Montes del Libano, casi a un tiro de piedra del Kenereth, el lago del Arpa, o el mar de Galilea...Recuerdo que alguien le preguntó por el conflicto de doble fidelidad que acecha a los árabes que viven en Israel y se sienten israelíes. Y él, inclinándose su gorra de estilo soviético, dijo:
"A mí darme un lugar bajo un olivo, y dejarme cantar a la vida: es lo único que me importa". Sólo como colofón de este comentario, que viene a reincidier sobre los limites de la poeticidad de nuestra existencia aquí, en la tierra, quiero recordar esos versos suyos que, quien quiera, puede disfrutar con más anchura acudiendo al blog:
"No malgastéis vuestros cartuchos contra mi alegría,
porque mi alegría nada tiene que ver con la felicada"...
Un abrazo a todos los que habeís dejado aquí vuestra miga de pan, que yo soboreo con humildad en esta larga noche de un verano que ha inclinado su cabeza, y no lo sabe...

Princesa Dariak said...

De todo lo que leì, el poema de Heidegger... la foto... de todo... algo tengo que agradecerte.
El haber estado, ahi, contigo en esa iglesia, en Hungria escuchando a un desconocido. Creo que hasta imagìne la luz entrando prismada de coloridos vitrè en la penumbra de ojos cerrados.
Ya ni vale explicaciòn o palabras.

Un abrazo de luz.

fractal said...

Después de leer tus palabras, siento gratitud; me han dejado en paz, en compañía de recuerdos agradables y de Schubert, el más poeta de todos los músicos, según Liszt.

Es bueno que los poetas insistan en estos planteamientos: son luces de faro para todos.

Sólo quisiera añadir que contigo al fin del mundo, Quantum. Al fin de este mundo-universo que nos invitas a habitar poéticamente, y que si no es infinito, es inmenso. Tan inmenso como el ser humano a veces. Tan inmenso como el alma del poeta.

Gracias.

Mandarina azul said...

Querida Zipi. En tu casa el viento nunca es algo frío, nunca. Consigues que sople con calidez incluso en el otoño y el invierno. Y, aunque no consigas que el dolor desaparezca de este mundo, cómo lo sabes mitigar...

Un besazo. :)

modes amestoy said...

y el otoño nos va viniendo y viviendo.
Un abrazo

Haller said...

Buen poema, claras ideas. Y el dolor.
Bien está.

Saludos.

Helena said...

Habitar poéticamente... la búsqueda constante de la belleza y de la verdad que, sin embargo, no siempre van unidas. Pero el poeta las une.

Quantum, tú tienes el don de habitar poéticamente los espacios.

¡Fabuloso post!

Imagine Photographers said...

Tal vez hubiera disfrutado solo de la lectura de tu poético post (lo cual ya es mucho) pero he ido un poquito mas allá, como tú en Hungría, tuve la posibilidad hace escasos días de poder recorrer la Basílica de Saint Remi en Reims acompañado tan solo por la música de su órgano, era un mediodía lluvioso y sin frío, entré en la majestuosa Basílica y las notas acompañaban mis pasos, solo la escasa luz que entraba por sus vidrieras la alumbraba, es difícil de explicar, sentí una placidez inusual y pensé que ese era momento mágico. Tus palabras me han llevado allí de nuevo, gracias Quantum.

luks said...

hermoso quantum.
a veces uno se encuentra con el texto justo, en el momento justo.

abrazos.

Abril Lech said...

Dejè pasar demasiado tiempo sin venir a visitarte Quantum, y encuentro esta joya que contiene junto a uno de mis poetas favoritos, tu relato y el agregado de cada uno de los que van llegando y se sientan. Somos multitud escuchando al hijo, rezando a Schubert, intentando habitar el dolor de la manera más poéticamente divina que podemos. Tal vez no alcance, pero es algo...

hera said...

Excelente post.
Haces una síntesis perfecta del "estar allí" de Heidegger.
Si aprendemos a no afanarnos inútilmente y a ser amables como forma de reconocer al otro, el sentido aliviana los dolores. Si te fijas a tu alrededor los que más dicen sufrir, son aquellos que más se auto compadecen y que están privados de la posibilidad de crear. arte, o lo que sea..para trascender....
Los momentos de Hungría valen una vida.
Un abrazo

YO said...

Me resulta una quimera pensar, "filosofar" como antes, en definitivamente, ser yo. Estoy vendido ante una etapa de renúncia a mi condición de humano. Solamente puedo percibir y adentrar todas las cosas malas.

Joan Torres said...

Hace años caminaba por Sitges. Debían de ser las nueve; era invierno, por lo que hacía rato que había anochecido. Subía por la calle Fonollar, camino al palacio de Miracel, un bello edificio modernista de Miquel Utrillo i Morlius. Ese camino es como un mirador que da al mar, el cual rompe varios metros más abajo, con fuerza. De frente se presentaba la puerta de una de las iglesias del pueblo. A ella me dirigía cubierto por la noche y acunado por el rumor de las olas cuando entreví una sombra apoyada en el alféizar de la iglesia. En un primer momento me inquieté. Al llegar a su altura pude ver a una mujer elegantemente vestida que debía rondar los cincuenta. Me sonrió y me hizo el gesto universal de silencio, acercándose su dedo índice a los labios. Sin decir nada ocupé el otro quicio del porticón, y escuché. A través de las rendijas llegaban las voces de un coro que estaba cantando en su interior. Los dos permanecimos así un largo rato. Sentí cómo nos fundíamos en un mundo nuevo, en el que sólo se escuchaban aquellos compases y el atenuado sonido del mar.

Luego supe que era la Escolanía de Montserrat quien estaba dentro y que pocos minutos antes, al llenarse los bancos de la iglesia, habían cerrado las puertas. Yo me alegré de haber llegado tarde, pues de lo contrario habría sido un espectador más. En cambio, junto a mi cómplice, robando cada nota por detrás de la cerradura, ella y yo nos convertimos en dioses.

Sintagma in Blue said...

Y los ciclos repetidos de la vida se estrenan año a año como un hermoso regalo ante nuestros ojos.

Ana di Zacco said...

A mí me ha ocurrido ir en bici por la ciudad, ir tarareando algo para mí o para las golondrinas o para los coches embotellados, y de repente cruzarme con la mirada de alguien que te mira, visto y no visto, pero de un modo especial, sonreirle y ser reflejada en otra sonrisa abierta que comprende quizá lo que tarareas -sin oirlo-, o que comprende que cantas a las golondrinas, o que no sé. Y tú también comprendes que en el mundo hay recintos invisibles e instantáneos, complicidades que salpimentan la vida, sí, y que sin ninguna palabra te dejan flotando todo el día.
Qué lindo.

Javier Galarza said...

que bueno que alguien se ocupe de la poesía de holderlin a través de heidegger. la riqueza de esta filosofía tiene repercusiones absolutas sobre la vida. tales como la de hacer de la poesía una manera de habitar.