Saturday, August 04, 2007

HISTORIA DE UN TAXI

Ha sido uno de esos días de muchas cosas por hacer. Toda una jornada dedicada a diversos asuntos, entre los que no falta un encuentro literario que ¡oh sorpresa! resulta más interesante de lo esperado. Más o menos todo hecho, y a buen paso, en esta ciudad grande en la que moverse suele ser una experiencia fatigosa, intensa, exasperante. Con satisfacción y cansancio me dispongo a volver al nido. Como no tengo alas, llamo a un taxi.
Me acomodo en el asiento y miro por la ventanilla, deseosa de silencio. Espero que el taxista no sea de los que quieren hablar. Parece que no, pero...
"¿Qué tal?"
Salgo de mi brevísimo letargo y me encuentro con una mirada risueña en el espejo.
"Bien", digo con leve sonrisa para corresponder, pero con la esperanza de no tener que abrir la boca.
Dos semáforos después:
"La veo pensativa"
Me sorprende un poco la frase y su nota personal. Contesto con cierta resignación:
"Sí, pensando en las cosas de la jornada..."
"Pues yo diría que estaba usted mucho más lejos en sus pensamientos, en la galaxia Centauro, por ejemplo"
La cósmica observación me hace abandonar por completo el lugar donde estaba, quizá la galaxia mencionada, y centrarme en la realidad inmediata: de nuevo veo la mirada risueña, pero ahora, además, percibo una nuca con pelo castaño muy corto y una mano derecha con un anillo en forma de calavera en el dedo meñique. La miro fijamente, supongo que intentando comprender qué rayos hace una calavera plateada del tamaño de una aceituna en una mano de dedos largos y finos, con uñas cuidadas, y que pertenece a alguien sagaz y con conocimientos de astronomía (ejem...siempre hay ocasiones para replantearnos los prejuicios)
"Tiene razón", contesto. "Por ahí andaba, estrella arriba, estrella abajo"
A partir de ahí, no paramos de conversar. Hablamos de literatura, del Big-bang, de su viaje a la Patagonia y de los indios Yamaná, nos reímos, intercambiamos opiniones...y llegamos a mi destino. Casi despidiéndonos me dijo que era economista y que una remodelación de plantilla le dejó sin trabajo como tal. "Pero no lo lamento. Gano más dinero como taxista".
Salgo del taxi y me doy cuenta de que acabo de tener una de las conversaciones más interesantes con una mirada en un espejo, una nuca de cabello muy corto y una mano con un anillo de calavera. Otra vez más compruebo una de las constantes de mi vida: tiende a sucederme lo improbable. Por eso, me permito desear encontrar de nuevo, en la vorágine de la ciudad, la calavera del más culto (y honrado) pirata sobre ruedas que me trajo sana y salva, y majestuosamente, de la galaxia Centauro hasta mi casa.
Llego a mi puerta. Entro con una sonrisa porque sé que al menos se cumplirán mis dos deseos inmediatos: contarlo y quitarme los zapatos.


20 comments:

leonardo asimov said...

Que historia bien contada. La madurez de la pluma se evidencia cuando las ideas fluyen fáciles tanto para quien escribe como para quien lee. La ciudad se percibe en un tercer plano entre las galaxias y tu sensibilidad de fémina inteligente. Abrigo la esperanza que muy pronto nos deleitarás con un blog, página o libro de relatos cortos, testimoniales y refrescantes. La escritora se consolida a través de su trabajo consecuente. Congratulaciones.

Guillermo Alejandro said...

Pues me reencuentro con tu blog y salgo del letargo también. He estado sumido en la gran maquina social, me han pulido como un engranaje mas, pero, revelde vuelvo a ser el materia bruto y con aristas sin pulir sigo siendo el que escribe y el que te lee de vez en cuando.

Un abrazo.

Ana di Zacco said...

Y es que hay muchas cajas de sorpresas por ahí. Yo tengo acumuladas varias de taxistas (uno de ellos viajó por toda europa y conoció al arzobispo Makario y todo, le dije "oiga, su vida da para una novela, ¿la puedo escribir?" y me dice que ya tenía varias peticiones, ja ja)
Tb estuvo en mi casa un pintor de brocha gorda que sabía un montón de Cortázar y hasta que terminó su trabajo no paramos. Y de camareros filósofos no veas cuántos hay escondidos por la ciudad... Y así cantidad, uf.
No más prejuicios, no :)

fgiucich said...

Esas historias que uno encuentra en los taxis, así, sin proponerse, nos permite que una bocanada de aire fresco nos llegue hasta el corazón. Abrazos.

Sintagma in Blue said...

Siempre el azar puede depararnos maravillosas sorpresas.

besos

Unknown said...

gran relato
la verdad de las cosas es que la sabrosura de lo urbano no tiene limites...eso de las historias en taxi...guau

en lso te leo el tecleo
(na' como la quitada de los zapatos on-line)

Haller said...

El Azar y sus dados que nunca están quietos. Cada día tiene su juego.

Saludos.

Abril Lech said...

Mi Querida Quantum: Me quedé colgada de tu día "vertical", esos en los que son tantas las cosas por hacer que cuando llega al final del mismo uno sólo desea encontrarse... "horizontal".
Fresca y ágil "La Calavera del Centauro", extraño que el conductor en cuestión no te pidiera el mail o el teléfono para seguir intercambiando ideas sobre galaxias, planetas y estrellas que giran.
¿O si lo hizo y esa parte no consta en el relato público?

Una noche me sucedió algo similar en altas horas de la madrugada, venía yo de retocar con unos amigos un guión de un corto en su etapa final y estaba en esos períodos en que uno nopuede hablar nada que no sea relacionado con lo que está haciendo y lo apasiona. De manera que nos pusimos a hablar de cine y literatura. Pero claro, el tipo resultó ser un escritor que alquilaba el auto porque preparaba un libro sobre historias de taxi. Me dejó su tarjeta con sus datos que nunca toqué.

En Buenos Aires la mayoría de los viajes, lamentablemente, se parecen al de tu relato. Te diría que más de la mitad de los "tacheros" son profesionales sin trabajo con un nivel cultural sorprendente. Fuera de dejarte un a sensación agradable te deja mucha frustración y tristeza por la realidad nacional, pero bue, es otro tema...

Lo que me intriga definitivamente de tu relato es la calavera. ¿NO le preguntaste cuál era su grupo de rock preferido? Intuyo que el secreto dark se escondía en aquel maravilloso detalle que nos permitió disfrutar junto a la dama y el rockero de este viaje galáctico.

Mis besos en una jornada vertical, gris y lluviosa...

fractal said...

Buenísimo.

Los taxistas son una caja de sorpresas constante. Su comportamiento cubre un abanico de posibilidades casi infinito.

En tu vida tiende a suceder lo improbable... porque la poesía es poco probable.


Un beso, quantum.

quantum said...

Abril, lo sabía: sabía que tú me preguntarías lo que me preguntas, jaja. Qué bueno lo de que quizá esa parte "no consta en el relato público", ay, ay, amiga mía. Pero hay cosas que no pueden ser.

Intuyes, ya lo creo, y muy bien: la calavera tenía un significado especial. Grupo que le gustaba: Iron Maiden (veterano y heavy)...pero también, sobre todo, Vivaldi (compositores barrocos en general) y Rachmaninoff.

Ahora te pregunto yo: ¿por qué no tocaste nunca la tarjeta de datos del escritor- taxista?

Besos, Abril de mi ventana, para tus jornadas verticales y lluviosas, para ti siempre.

modes amestoy said...

que siga sorprendiéndote la vida.
Buena historia.
Un abrazo

luks said...

uno puede ir a cualquier parte en taxi, si va leyendo a quantum.
como siempre, muy lindo.

Abril Lech said...

Querida Quantum,
ayer un corte energético borró sin preguntar un comentario "jugoso" que estaba listo para quedar testimonialmente grabado en tu post.
O mejor: en el comentario del comentario del post.
Como soy de aquellos seres que creen en la causalidad sin fisuras pasé por alto el hecho concreto del corto de la cafetera y evité seguir escribiendo en la PC, considerando de imediato que el mismo debía ser descartado. Y me fui a dormir.

Hoy regreso, sin cafetera pero con la esperanza casi intacta. No recuerdo que puse ayer y este pequeño detalle seguramente me asegurará que ningún otro artefacto necesite llamar mi atención.

Pero hay preguntas que sobrevuelan la pantalla intentando adivinar la forma airosa en la que no diste tus datos al desconocido... o si?

Por mi parte nunca me comuniqué con el escritor de la tarjetita porque sospechosamente las "historias" que escribía era sobre prostitutas (puedo dar fe que esa noche yo no lo parecía en absoluto, je!) y eso de "nutrirse in situ" me dió escozor. En otras palabras, podemos escribir sobre asesinos y ladrones sin salir a robar ni matar. ¿O no? No lo se, ahora me pregunto cuántas veces Edgard A. Poe habrá sido empalado o enterrado con catalepsis.

¡Ay cada gaucho en la pampa!
...
(Otrosí: Se donde comprar anillos con esqueletos, ¿te sirve?)
...

El Toro de Barro editorial said...

La vida está llena de sucesos improbables, pero pocos alcanzan la categoría de lo que ya nunca se podrá olvidar. La literatura, cuando es verdadera, cumple en parte esa doble función. Nos recuerda sucesos que vivimos, pero lo hace como si los hubiéramos vivido por primera vez, como si nunca se hubiera dicho ni vivido antes. Y nos fija en el alma eso que olvidamos y un pequeño texto nos recuerda que pasó.
Ojalá, como editor, me encontrara con escritos tallados con esa naturalidad, que tanto me recuerda al modo con que las alfareras quechuas tratan su barro.
Recuerdo al sentir esa naturalidad un viejo poema árabe en el que el autor, un viajero agotado que asiste a un baile de taberna, se queda maravillado de la voluptuosidad de una bailarina, y, al decírselo, ella recoge su cabellera y, con ojos redondos de una niña que se ha negado a crecer, le contesta: "¿Y qué es "voluptuosidad"?...algún día lo sacaré en el blog, algún día...
Te beso largamente
Carlos

Mandarina azul said...

Tengo claro que en la cara de tu taxista también habría una sonrisa cuando bajaste del coche.
Está visto que aquí sonreímos todos; yo también lo he hecho mientras te leía.

¡Un beso, Zipi! :)

Abril Lech said...

Hola Quantum!!!

Paso a dejarte un mimo escrito retribuyendo el de ayer y me cuelgo con el escrito de Carlos el toro del barro pensando que mi abuelo que era músico decía que quienes cantaban mal o desafinadamente "escuchaban" mal todo lo sonoro.
Que los intérpretes "escuchaban bien" lo sonoro, y también escuchaban bien lo que guardaba el corazón de los hombres.
Y que los compositores "escuchaban" lo que nadie escuchaba.

Si lo aplicamos a los escritores resultaría como dice el Toro que algunos, como tú en la historia de taxi, ven en lo cotidiano lo especial que otros no alcanzan a ver, o cuentan de lo cotidiano aquello que otros no alcanzan a contar.

Sigue inmersa en lo cotidiano Quantum, aquí esperamos que nos cuentes lo que viste.

Ahhhh. ¿Sabés? Copenhague en la foto del Blog estaba supuestamente en otoño, nosotros casi no podíamos caminar del frío, era espantoso. Allí si que hace frío con ganas!

Me alegra que le acertara con Nessun Dorma sin querer, pero te fuiste sin declarar qué cuento preferías. Eso es trampa. Lisa y llana, je! Besos!!!

LATIDOS URBANOS said...

WOOOOWWWW Qué historia mujer¡¡¡¡ A lo mejor las fuerzas del Universo harán que te reencuentres con este pitara economista je je je

Un abrazo

hera said...

Serendipity.....ya sucederá...buscalo.
Quizás el problema sea que suponemos que ciertas cosas no pueden pasar según que lugares o personas.....
saludos

Imagine Photographers said...

Me parece una historía muy bien escrita..pero yo me quedo con la moraleja...aveces escudarnos en nuestro prejuicios, nos hace perder bonitas oportunidades para enriquecer nuestra vida.
Saludos

Elena Casero said...

Me ha encantado esta historia.
¿Sabes qué? Creo que voy a tener que contar las cosas al revés.
Mi marido es taxista y te puedo asegurar que hubiera disfrutado llevándote a la galaxia Centauro o donde tú hubieras querido.

Un beso.